EN PÚBLICO Y EN PRIVADO.©
EN PÚBLICO Y EN PRIVADO. ©
Por Nacho Navarro.
innavalle@hotmail.com
Es famosa y aleccionadora la historia del magnate griego Aristóteles Onassis (1906-1975), que después de su muerte, su única hija Christina (1950-1988) contó, como una especie de catarsis. Aquella, donde su famoso padre, tenía manifestaciones de cariño y afecto hacia ella, SOLO cuando había otras personas. Provocándole desde entonces, enorme vacío afectivo y hondo resentimiento hacia él; causa –entre otras- de acuerdo a los expertos, que le orilló a una vida desenfrenada (4 maridos, obesidad y consumo de drogas), muriendo a los 37 años.
Se lo comparto, porque si nos descuidamos usted y yo, puede sucedernos algo parecido. Me explico:
Buscando mejorar nuestra relación con las demás personas, tendemos con frecuencia a que nos lo agradezcan y elogien, donde sea que estemos. Sobre todo, si somos padres o madres, maestros, directivos, dueños, consultores, en fin, lideres; lo que en principio encuentro natural, ¡vamos! -en términos de justicia- adecuado. Lo contrario sería una autentica injusticia. ¿No? Lo curioso está, creo, en hacernos conscientes que buscamos muchas veces, nos lo hagan y/o hacerlo en público. No, en privado, allí donde faltan los aplausos y/o los reconocimientos. O porque estamos solos -nadie nos ve- y entonces actuamos como siempre, quizá a medias, al ahí se va (como decimos en México), a no ser aquello -que ante los demás- pregonamos y/o exigimos. O acompañados de los de siempre (familiares, amigos, compañeros, vecinos, alumnos, clientes, etc.), “predecimos” sus rutinarias reacciones, que nomás ya no motivan.
Aquí le comparto lo que ayuda, percibo, a identificar cuándo somos lo que decimos ser y hacer. Se atribuye al sabio chino Confucio (551 a. C – 479 a.C.): “Un hombre que tiene un alma hermosa tiene siempre cosas hermosas que decir –y hacer, añado-; pero un hombre que dice cosas hermosas no tiene necesariamente el alma.”
¡Para tenerlo presente! ¿No cree?