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INFLUENCIADORES ©

Por Nacho Navarro
nachocontracultura@outlook.com

Seguramente a usted como a mí, nuestros papás, abuelos y demás familiares o amistades nos repitieron siendo niños, adolescentes y hasta de adultos, estos dos dichos famosos, tan impregnados en nuestra cultura: “dime con quién andas y te diré quién eres” y “el que con lobos anda, aullar se enseña”; con los que sabiamente nos advertían, para acabar pronto: no andar con “malas” compañías o “amistades”. O más claro: que escogiéramos bien a nuestras amistades.
Aunque quizá, usted y yo por no tener la cultura a pensar tranquilamente, entonces y aún hoy, a veces ignoráramos y mandamos por un tubo (mexicanos dixit), lamentablemente a esto seres queridos, estará de acuerdo.
Y seguro a nuestras amistades de esa época, les dijeron lo mismo ante lo oportuno y, por qué no, también el peligro de nuestra cercanía, coincidirá. Pero no deseo escribir de ello, sino de la conveniencia de hacernos conscientemente consientes (mi amiga y maestra Coco del Río dixit) de qué tanta influencia somos usted y yo, y qué tantas influencias recibimos. Le comparto:
El DRAE, al definir la palabra INFLUIR dice: “Dicho de una persona o de una cosa: Ejercer predominio, o fuerza moral”.
En esta línea, y para contextualizar recuerdo que el talentoso y bien recordado autor norteamericano Stephen Covey (1932-2012), observaba que, a las personas, cuando hacemos algo bueno, frecuentemente se nos presenta el dilema de buscar, lucir o influir. A él le parecía más poderoso y efectivo influir, que lucir. Aunque también reconocía Covey que muchísimas veces por quererse lucir, las personas, a la mera hora, dejamos de hacer el bien (Los 7 hábitos de las personas altamente efectivas 1997 Ed. Paidós Plural).
¡Claro! La vanidad nos gana, junto al desperdicio de energía que hacemos en defender nuestra importancia, como le descubre el sabio Don Juan al escritor y antropólogo peruano Carlos Castaneda (El arte de ensoñar, con prólogo de Octavio Paz, Ed. SEIX BARRAL 1995).
De aquí lo interesante percibo en este cierre de 2016 y nuevo año 2017, de reforzar o incorporar a nuestra cultura personal el saludable hábito de observar qué es lo que más influye y configura la arquitectura propia de personas que buscan -ojo- conscientemente mejorarse a sí mismas, antes de esperar que las cosas u otras personas cambien, y así influir adecuadamente en quienes están cercanos en, por lo menos, estos diez micro sistemas habituales suyos y míos: familia, amistades, vecinos, barrio, colonia, escuela, negocio, trabajo, autoridades y ONG´s.
Para ello conviene entrenarnos en repetir lo que ya otras personas honestas y confiables por su trayectoria, ejemplo y legado han hecho en bien propio y de los demás. Y sin más complicaciones, podemos empezar por observar detenidamente de entre todas las personas con quienes interactuamos, ahí donde nos encontremos hoy, a quienes percibamos con cualidades que quizá usted y yo no tenemos aún; por ejemplo estas siete: puntuales; coherentes; amables; comprometidas consigo mismas; serviciales; discretamente efectivas -teniendo en mente lo que Covey advertía sobre lo proclive a apantallar; pro activas, no quejumbrosas (hoy pareciera ser la costumbre nacional mexicana).
Si se le hiciera difícil encontrarla en persona, nada descabellado en época de celulares inteligentes que nos tienen, casi a todos(as), apegadísimos a ellos y literalmente con la cabeza agachada revisando, casi la mitad de las más veces, chismes e información basura (Cf http://www.merca20.com/43-de-los-usuarios-usa-las-redes-sociales-para-curiosear-en-la-vida-de-los-demas/), nos sugiero leer o escuchar audiolibros inspiradores -por favor, nada patitos- que le provoquen salirse del círculo de confort rutinario-mental, en donde fácilmente nos meten, si nos descuidamos, entre otros, los(as) que salen en la tele, radio, prensa, internet y demás medios, hoy lamentablemente atiborrados de basura y propaganda.
¿Se le antoja?