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LO BUENO DE LAS IMPERFECCIONES ©

Por Nacho Navarro
nachocontracultura@outlook.com

Estará de acuerdo, en estas fechas de año nuevo, muchas personas, usted y yo incluidos, nos planteamos metas para lograrlas este 2018.
Qué, cuándo, cómo, dónde y con quién, solamente lo sabemos cada uno y, puede que, algunas personas cercanas. Lo interesante, si reflexionamos un poco, es hacernos conscientemente consientes (mi amiga Coco del Río dixit), que quizá algunas las traemos de años y seguimos planteándonoslas, lo cual no está mal porque refleja nuestra perseverancia, creo; otras las propusimos por primera vez, quizá, y está muy bien también, porque manifiesta, entre otros, nuestro compromiso de apertura y mejora continua.
Pero si usted aun no trae metas para este año, por lo menos una, le invito a que se la plantee. Quienes saben de esto, recomiendan plantearnos unas cuantas. Porque sucede que nos atiborramos de propósitos, que luego no cumplimos u «olvidamos».
Se atribuye al gran San Agustín (350-430) la recomendación de dedicar a corregir un defecto, cada año. Uno solo. Así, según él, moriremos con menos defectos. Interesante, sin duda.
Y puede ocurrir, sobre todo en quienes ya tienen incorporada la cultura de establecerse metas en su vida, una tendencia de tipo perfeccionista, que si nos descuidamos usted y yo, puede volvernos un poco o mucho neuróticos, como lo advierte el investigador español José Luis Martín Descalzo (1930-1991) en su recomendable artículo: Aprender a equivocarse (Cf. http://es.catholic.net/op/articulos/20551/cat/873/aprender-a-equivocarse.html )
O en el peor de los casos, a no aceptar la realidad de nuestras vidas: que no somos perfectos y que tenemos defectos, casi desde que nacemos; para algunos, su color de piel, complexión, lugar de origen o rasgos principales, las más veces, heredados de nuestros padres.
Otras imperfecciones, resultado de acciones negligentes, poco o nada pensadas, propias de nuestros repetidos hábitos y conductas, visibles a simple vista o contacto. Otras no tanto, porque con inteligencia y esfuerzo ya las hemos superamos o estamos en proceso de ello.
De aquí, que nos convenga observo, entrenarnos -bien acompañados, mejor- a identificar LO BUENO DE LAS IMPERFECCIONES y así, aceptarnos como personas con defectos, susceptibles de sacarles el mayor provecho, por lo siguiente:
En Japón desde el siglo XII se introdujo la forma de té, denominado matcha, que también es extraído de la planta del té negro, aunque no fermentado, es polvoriento a la vez que espeso y de color verde claro. Según Wikipedia, se atribuye a los Samuráis el comienzo de beber este tipo de té con regularidad, dando así inicio a los pilares de la ya famosa ceremonia del té, la cual sigue siendo muy popular en ese país y se realiza en una pequeña cabaña, dentro de las casas, llamada precisamente: la casa del té, donde existen minimalistas objetos para uso y decoración, además del sencillo pero bello protocolo de preparación, forma de servirlo, distribuirlo a los invitados y cómo beberlo en una taza redonda de cerámica estilo raku, llamada Chawan, de la que no se ocultan sus IMPERFECCIONES de elaboración y/o reparación (cf. Rastros evidentes de partes pegadas y repintadas), en su caso, sin que lleguen a impedir estas imperfecciones, beber adecuadamente el té japonés matcha, en esa bella ceremonia (solamente en YOUTUBE hay más de 800 videos relacionados con este té).
Lo mismo ocurre con nosotros, observo, cuando aceptando que tenemos defectos -los que sean-, ponemos en marcha inteligentes y oportunas acciones que nos hagan mejores personas, tranquilamente perseverantes y conscientes de LO BUENO DE LAS IMPERFECCIONES en beneficio propio y de quienes están cerca, evitando así, seguro, volvernos neuróticos perfeccionistas.
Lo mejor en 2018 para usted y seres queridos.

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