Por Nacho Navarro.
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Leo e investigo con gusto la historia de personas que cambiaron para bien su vida, la de aquellos que les estaban cercanos y más allá, en el espacio y tiempo. Inicié jovencito, en la biblioteca de mi barrio, devorándome las vidas ejemplares de esos héroes que la editorial buena prensa se encarga de resumir, atinadamente.
Me inspira el ejemplo magistral de Benito de Nurcia (480-547), que como autentico padre, contra viento y marea, conformó pacientemente, sin pretenderlo de antemano, una conveniente y transformadora cultura europea, replicada después en otras partes del mundo; me llena de entusiasmo la inteligentísima iniciativa del español Domingo de Guzmán (1170-1221) que viviéndola él primero, desde entonces proporcionó formas razonables de creer y seguir el cristianismo, con el italiano Tomás de Aquino (1225-1274), como su más excelso exponente, respaldado de una vida sencilla; me conmuevo con la aventura de la francesa Juana de Arco (1412-1431), igual que con el desapegado atrevimiento del italiano Juan Bernardone (Francisco de Asís, 1182-1226); o con el cañonazo que literalmente encogió al español Iñigo de Loyola (1491-1556), pero lo convirtió en uno de los más grandes e imitado de todos los tiempos. Qué decir de la epopeya del mexicano Felipe de las Casas (Felipe de Jesús, 1572-1597), modelo de libertad para la juventud de todos lados y tiempos. Vidas estas, interesantes, coincidirá.
En contacto con empresarios, profesionistas y directivos de organizaciones en varias partes de la republica, continúo enriqueciéndome e intentando enriquecer a los demás, mediante el entrenamiento consciente, el análisis y puesta en práctica de aspectos de la vida diaria de mujeres y hombres que hoy, igualmente, considero exitosos, no porque han logrado cifras de más de 6 dígitos en sus cuentas bancarias, poder o fama -lo de menos- sino, porque también han cambiado su vida y la de los demás, con acciones y organizaciones interesantes e imitables.
Allí están; por ejemplo, la vida de Walter Elias Disney (1901-1966) que con su corporación de entretenimiento cambió, para siempre, las dimensiones de los parques de diversión y las caricaturas animadas; Sam Walton (1918-1992) que de una vida de pobreza, gracias a su inteligencia, sencillez y perseverancia construyó una de las cadenas minoristas norteamericanas más grandes del mundo; la gran invidente y sorda muda Helen Keller (EEUU 1880-1968), junto con su maestra Anne Sullivan (EEUU 1866-1936), ejemplos actualísimos, creo, para cuando pensemos pesimistamente: “no hay nada qué hacer.” O las de los formidables mexicanos Lorenzo y Roberto Servitje, con sus ya más de 80 años, fundadores de la panificadora más grande del mundo, han introducido una conveniente cultura, en el mundo de los negocios, igual que la del magistrado, doctor en derecho, Eduardo Alfonso Guerrero Martínez (65), que en la primera sala penal del tribunal del D.F., por lo menos desde hace 15 años, ha impregnando su actuar y a su oficina de cuatro características, siempre convenientes en México, percibo: inteligencia, buen mentor, independencia y cero corrupción. ¡Aunque usted no lo crea!
Sí, estará de acuerdo, estupendas historias verificables, que también -¡conviene admitir!- pueden provocar esto que el grande Agustín de Hipona (África 354- 430), observó: “Cuanto mejor es el bueno, tanto más molesto es para el malo.”
O envidioso(a) y mete zancadillas, añado, ¿no?
¡Feliz navidad y año 2013!