INTELIGENCIA E INCERTIDUMBRE ©
Por Nacho Navarro
nachocontracultura@outlook.com
Coincidirá conmigo, algo que provoca inquietud, miedo e intranquiliza, es precisamente no saber qué pasa sobre determinados hechos en nuestra vida, personas cercanas y entorno, o cuando “sentimos” no tener control sobre algo y al final del día, estamos llenos de dudas e INCERTIDUMBRE; esto es, no tener la certeza, que, según la RAE, es conocimiento seguro y claro de algo.
Experiencias de ello en nuestra vida cotidiana, abundan y nos influyen hoy, como nunca, en la era de los aparatos móviles y teléfonos inteligentes. La información disponible es millones de veces más que la información de; por ejemplo, los últimos 20 años (Cf La revolución de la riqueza de Alvin y Heidi Toffler 2006 Ed. Debate). De aquí lo interesante de entrenarnos para mejorar y sacarle provecho a nuestra INTELIGENCIA y así, pienso, actuar productivamente. Sobre todo, ante la INCERTIDUMBRE. Le comparto:
De entrada, observo, conviene identificar tranquilamente cuánto de lo que nos influye o pasa, corresponde a acciones directamente suyas y mías, más allá de si usamos o no las llamadas redes sociales y/o los servicios de mensajería electrónica. Muchas veces, por cierto, llenas de basura. Ya adolescentes empiezan a dejar de usarlas (The Wall Street Journal en español, Christine Rose septiembre 25, 2016).
Aquí cuatro, recurrentes en usted y en mi: como cabeza de hogar o miembro de una familia; dueño y/o capitán de empresa(s); colega o colaborador de organizaciones e integrante de la comunidad donde literalmente con-vivimos con otras personas.
En todas, estará de acuerdo, cómo pensamos y actuamos, es determinante para cómo nos vaya en la vida para bien y, aceptemos, para mal. Lo que hagan los demás no será, en primer término, nuestra responsabilidad, aunque también nos influya en ambos sentidos, por lo que estar inteligentemente preparados, importa.
Ya las agencias gubernamentales de salud pública, han avanzado exitosamente, me parece, en la concientización de las enfermedades atribuidas principalmente al consumo de drogas (incluidos el tabaco y alcohol), azúcar y bebidas con ella, harinas refinadas, grasas y falta de ejercicio regular, lo mismo a evitar el embarazo de las adolescentes.
Desde aquí hago votos para que a esta cadena de valor, pronto se le incorpore campañas para incluir en nuestra arquitectura personal, la sana cultura de revisarnos paciente y periódicamente, qué tan conscientemente entrenados estamos a utilizar, para bien, nuestra capacidad cerebral.
Un tratado atribuido al padre de la medicina, el griego Hipócrates (460 – 370 a. C.), ya indicaba con asombrosa precisión que “….del cerebro y no de otro lugar vienen las alegrías, los placeres, la risa y la broma, y también las tristezas, la aflicción, el abatimiento… Y con el mismo órgano adquirimos el juicio y el saber (…), y sabemos lo que está bien y está mal, lo que es trampa y lo que es justo (….) por él nos volvemos locos y deliramos, y el miedo y los terrores nos asaltan….” (Contenido 645).
Afortunadamente las investigaciones del cerebro humano, hoy lo confirman (Cf. Neurociencias para tu vida Néstor Braidot Ed. Granica 2016), y en la misma línea, dueños de negocios en los Estados Unidos, están informándose de las personas con las que se relacionan, contratan o alejan de su vida, no sólo por los grados académicos y posiciones de poder que agreguen a su currículo, o por los exámenes psicométricos que se hagan; sobre todo, enterándose y observando cuáles son sus pensamientos recurrentes, expresados en su conversación, toma de iniciativas, resolución de problemas y relaciones con los demás (WSJ Kate Davidson septiembre 27, 2016).
Y si a esta capacidad cerebral para resolver con INTELIGENCIA los problemas, que hoy buscan las organizaciones, agregamos la INCERTIDUMBRE que provocan personajes públicos (G. Zaid Contenido 647), ya tenemos usted y yo, esta pregunta, que seguramente hará que nos caiga el veinte, como decimos aquí:
¿Cómo cuidamos y usamos el cerebro?