RECUPERANDO EL OPTIMISMO ©
Por Nacho Navarro
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Es fácil coincidir en esto: casi siempre vivimos invadidos de pesimismo y desesperanza, propia y de terceros o al revés, por las causas que quiera y guste. Vamos ya tan acostumbrados, que conversar de cosas inteligentes, enriquecedoras e interesantes, pareciera una rareza en nuestros días. Lo “común” es ser negativo, señalar lo malo, insistir en los errores, casi siempre los mismos de usted y míos; de los demás, no se diga.
¿Entonces?, ¿hay que hacernos de la vista gorda?, como decimos aquí, ¿no ocupamos de mejorarnos?, ¿dejar de insistir en hacer mejor las cosas?, ¿de ayudar a la autoridad a que la ejerza para el bien de más personas? Claro que no, conviene perseverar en esta cultura, porque estará de acuerdo: adversidades, problemas, zancadillas, inconvenientes, envidiosos(as), negativos(as), nunca faltarán, empezando por nosotros.
Y no hay que tener estudios de posgrado para darnos cuenta de ello, nomás préndale un ratito a las noticias, o navegue en las llamadas redes sociales, observe sus conversaciones familiares, con amigos, vecinos, colegas, juntas de trabajo o intente un trámite en oficinas de gobierno y confirmará la abundancia de pesimismo y negatividad.
Conscientes de esta desesperanza, por situaciones reales, aunque también inventadas por la imaginación y cultura que nos influye, es que le comparto tres casos de éxito verificable, originados en la ciudad de Guadalajara, que nos ayudan, sin duda, a recuperar el optimismo y, aun mejor, la confianza en las y los mexicanos, porque como ya lo decía el inteligente español Jaime Balmes (1810-1848) “pensar bien no se aprende tanto con reglas como con modelos”. Aquí breve resumen:
Ninguno es franquicia de origen extranjero o mexicano, aunque nada tiene de malo en serlo creo, los tres nacieron, en promedio, hace 40 años por iniciativa de sus fundadores: en uno, una pareja joven de esposos, ayudados por una tía abuela, y en los otros dos, por hombres visionarios, respectivamente. En los tres, usted recibe excelentes servicios y productos, al nivel de cualquiera de las más caras y famosas franquicias y para cualquier persona, sin necesidad de abultadas fortunas o apellidos rimbombantes o, peor, que tenga palancas poderosas, como se acostumbra (cultura), aquí, desafortunadamente.
Son empresas líderes en su ramo. Dos en servicios de comida, una en mexicana-jalisciense (la fundada por la joven pareja de esposos) y la otra en un platillo típico tapatío (carne en su jugo), la tercera en análisis clínicos, pensada por un visionario médico tapatío y, hoy, ya tiene presencia en todos los estados de la República Mexicana.
Desde que usted llega al estacionamiento, son amables y limpios. Al entrar, continúa la misma atención, en ambientes confortables y seguros, además de que siempre están pendientes de usted. Al llegar al mostrador (clínica) o dirigirse a su mesa, lo mismo: personas que preguntan amablemente qué desea, auxiliándose; en el caso de la clínica, de robustas bases de datos con su historia personal, o para iniciarle una. En todos, baños dignos y limpios y en los de comida, su cocina igual, a la vista de todos. El personal siempre amable y cortes. Hoy el piquete para extraerle sangre, es casi imperceptible y sin dejar morete. Y por cierto, nunca ve usted a sus dueños, con excepción en el de las carnes en su jugo, donde los fines de semana los hijos del fundador, atienden igual de amables que todos sus empleados.
Al acabar; por ejemplo en la clínica, usted en ayunas, le conducen a la salida, ofreciéndole rica fruta, jugo o café. En los de comida, le obsequian sabrosos dulces.
¿A poco así, no recupera el optimismo y la confianza en las y los mexicanos?