LOS MONJES QUE COMPRARON SU FERRARI.
LOS MONJES QUE COMPRARON SU FERRARI.©
Por Nacho Navarro.
innavalle@hotmail.com
Recién tuve la magnifica oportunidad de experimentar por 10 días la extraordinaria vivencia del silencio, por primera vez en el monasterio de los monjes cistercienses de la estrecha observancia (trapenses), en un cerro de la localidad de Jacona, Michoacán.
Viví en la hospedería, cuyas instalaciones contribuyen con modestas y limpias comodidades, a que las personas que venimos de fuera de los muros conventuales, nos adaptemos tranquilamente -según nuestro ritmo y disposición- al horario marcado por el repetido y pausado itinerario de los monjes que allá viven, orando y trabajando, como desde el siglo VI propusiera el padre del monaquismo católico y patrono de Europa, San Benito.
La jornada empieza a las 4.15 de la mañana con el canto de los salmos de las denominadas vigilias y termina antes de las 9pm., de ese mismo día, con la imposición del agua bendita por el padre superior del monasterio. Entre estos 2 solemnes actos, se entrelazan actividades espirituales (santa misa, cantos solemnes de los salmos, lecturas espirituales, etc.) y actividades corporales (alimentos, siesta y trabajos manuales como el practicado por los monjes en su huerto, establo, quesería, etc.), todas realizadas con un común denominador: el silencio o por lo menos hablando en voz baja, cuando hay necesidad.
Sí, allí respira, escucha y ve uno a Dios, con la disposición y tecnología mental y sensible que cada uno tenga y fomente. Todo contribuye. El orden material y diseño de la iglesia y demás instalaciones, la limpieza, la liturgia ejecutada con pausa y atención, el vestido de los monjes, su pelo corto y/o rapado, las constantes citas a padres monjes del desierto, el olor a incienso, la penumbra de la mañana, la poca y bien dirigida iluminación con que se adorna el templo, las calladas capillas del santísimo, el caminar lento de todos lo monjes (jóvenes y menos jóvenes), los constantes recuerdos por propios y extraños, de la extraordinaria y magnética figura del recién fallecido monje sacerdote español Lázaro a sus 93 años. ¡Curioso! Al leer sus homilías, sin haberlo conocido, me vino la experiencia allí, como si le oyera aún predicándolas. Cosa que pude experimentar después al escuchar las grabaciones, que afortunadamente registraron sus hermanos monjes y que pude adquirir.
Por último le comento. Admiro la tecnología de la transportación terrestre, sin ser un fanático de ninguna marca de automóviles, pero me gustan las marcas italianas, especialmente los Ferraris. Y después de experimentar este silencio que reestructura, como lo plantea estupendamente el monje Ricardo Villa en su libro del mismo nombre y que allí vive, estoy seguro que los monjes y quienes experimentamos esta mística monacal, desconocida y a veces, mal entendida, auténticamente nos hacemos -contrario a lo propuesto por la famosa fabula del autor canadiense Robin Sharma- de un Ferrari último modelo que nos lleva a toda velocidad y con silencioso ruido al cielo, ya desde la tierra.
¿Se sube?