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INTELIGENCIA EMPRESARIAL ©

Por Nacho Navarro
nachocontracultura@outlook.com

El pasado 27 de junio, a los 87 años, falleció el escritor y asesor norteamericano Alvin Toffler, a quien se llamó “futurólogo”, quizá porque a través de sus escritos plasmaba con riguroso análisis el desarrollo humano y tecnológico, y cómo él, intuía evolucionarían.
Ejemplos de ello, son su magnífico ensayo de 1970, denominado El shock del futuro, en donde siguiendo la idea de otro estadounidense, afirmó que en este siglo XXI los analfabetos no seremos aquellos que no sepamos leer y escribir. “sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender.” (Cf. Wikipedia). ¿Alguien, se atrevería a refutarlo?
También lo es, su último gran ensayo “La Revolución de la riqueza” del 2006, editorial DEBATE, coescrito con su esposa Heidi Toffler, donde con una abundante y bien documentada historia de los cambios y la evolución de la humanidad, definen, entre otras, citando a nuestro admirado sabio ingeniero Gabriel Zaid (82), lo que es riqueza: “por encima de todo, una acumulación de posibilidades” (Cf. Pág. 41), plasmando en 650 páginas, su visión y ya hoy, su testamento, de lo que será la riqueza visible e invisible. Imperando, concluyen, la segunda, que para los Toffler es la más importante e intangible: el conocimiento.
Al cual por cierto, conviene admitir, tenemos acceso como nunca y somos testigos de su conveniente influencia para el desarrollo humano y material del mundo. Ejemplos de ello, sin duda, son los países asiáticos; dos en específico: Malasia y Singapur, que pequeños de territorio y sin prácticamente nada de recursos naturales, hoy son protagonistas claves en el desarrollo mundial. No se diga, del buen nivel de vida de sus habitantes.
Lo anterior viene al caso, coincidirá, porque a usted y a mí, nos conviene entrenarnos para desarrollar y mejorar nuestra INTELIGENCIA EMPRESARIAL, que no debe creerse exclusiva, me parece, en quienes tengan o quieran abrir negocios, sino para todos; le comparto:
Usted y yo, si reflexionamos, nos daremos cuenta, estamos siempre emprendiendo ya desde nuestros hogares; por ejemplo: al levantarnos a determinada hora (aunque estemos a gusto o llenos de flojera), lo mismo que con acciones de orden y cuidado para el buen funcionamiento de la casa o iniciando y manteniendo hábitos saludables de comida y ejercicio personal.
O cuando en la escuela o universidad, aprendemos, desaprendemos o reaprendemos (Toffler dixit) conocimiento como alumnos o trasmitiéndolo como maestros a nuestras vidas y de los demás.
No se diga, emprendiendo o financiando negocios para proveer los bienes y servicios convenientes para el buen desarrollo humano y material. El tamaño, no importa.
Inclusive, creando y/o apoyando Organizaciones No Gubernamentales (ONG) con ideas, iniciativas y sobre todo con acciones concretas que las apoyen, promuevan y desarrollen en su empeño de coadyuvar en mejorarnos y facilitarnos la vida, sin afán de lucro; vr.gr., sindicatos, cámaras, clubs, etcétera.
Por supuesto, existe inteligencia empresarial en nuestros puestos de trabajo, mediante eficiente colaboración y cooperación pro el desarrollo personal -aparecer en el organigrama, no es la más importante-, lo mismo que para el buen funcionamiento y permanencia de los empleadores.
Y por último, también como independientes profesionistas especializados (como los Tofller) o servidores públicos, inclusive, actualizándonos para coadyuvar y compartir al sano desarrollo personal y comunitario.
Así pues, alguna o varias de estas inteligencias empresariales seguro tenemos, aunque estemos poco conscientes de ello, influidos quizá, por la cultura de “creer” que sólo la tienen quienes aperturan o financian negocios. Error.
Lo interesante de todo, es que cualquiera que sea la INTELIGENCIA EMPRESARIAL, podemos enriquecerla con el conocimiento, como Toffler concluye y recomienda, lo mismo que acompañados de las personas adecuadas. Le invito.
¿Cuándo comienza?