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AMISTOSAS DIFERENCIAS©

AMISTOSAS DIFERENCIAS ©

Por Nacho Navarro
innavalle@hotmail.com

La experiencia de coincidir en puntos de vista, gustos, aficiones, creencias, lugares a dónde concurrir, sin duda facilita y consolida nuestros vínculos de amistad, por supuesto. Nadie estará en contra de ello.
Pero igualmente interesante para ser amigos(as) de nuestros(as) amigos(as) es entrenarnos continuamente, me parece, en algo en lo que pocas veces, o puede que nunca, reflexionamos y nos hacemos consientes usted y yo: nuestras AMISTOSAS DIFERENCIAS.
Porque estará de acuerdo que las tenemos, a veces muy marcadas, otras no tanto y que por esa cultura (costumbre), sobre todo en nuestros ambientes hispano parlantes, nos influye inconscientemente -puede que hasta conscientemente- a querer tener aceptación, si es unánime, mucho mejor, de opinión, gustos, creencias, preferencias. Sobre todo, si es la nuestra la que queremos se acepte; no se diga en quienes somos papás, empresarios(as), directivos(as) o hijos(as) chiqueados(as). Como si fuera tan sencillo. No deseo analizar las razones de esta cultura, más bien compartirle lo siguiente:
Que nos conviene, sin ninguna duda, si de verdad queremos a nuestros(as) amigos(as), aceptar calmadamente nuestras diferencias con ellos(as). En nada nos desmerece y, más interesante percibo, nos entrena a convivir positivamente, alejados de conflictos estériles, poniendo por sobre todo: el valor de la persona-amigo(a). Aquí lo importante y lo que creo, distingue de una conveniente amistad, de la falsa y –bueno es admitirlo- convenenciera, que nomás está “dándonos” por nuestro lado -¿a quién le disgusta le repitan al oído: lo que usted diga, como usted guste o mande?-, pero en muchísimas ocasiones, sólo para sacarnos raja o aprovecharse, como decimos en México; lo cual conviene no se interprete que para ser amigos(as), entonces habrá que estar en contra de todo y a favor de nada de lo que opinen, crean y quieran los(as) otros(as) -incluidos(as) nuestros(as) amigos(as)-, como de repente, también suele ocurrir. Para nada.
¿Entonces qué hacemos?, se preguntará. Déjeme invitarnos a poner en práctica y así darnos una idea, me parece, de qué tanto somos amigos(as) de nuestros(as) amigos(as), lo que el excelente Emerson (1803-1882) dijo, es un amigo: “Una persona con la que se puede pensar en voz alta.”
Lo interesante será responder: ¿con cuántos(as) podremos hacerlo?
“Aquí el detalle”, como dijo nuestro admirado Cantinflas, en el centenario de su nacimiento.
¿Se atreve?